jueves, 22 de enero de 2009

Un martes

Aquel martes, era un día tan vacío e impersonal, sin lluvia, sin nubes, sin alegría, sin tristeza, vacío totalmente.
Recuerdo que era un día de calor intenso, pero soplaba una brisa tonta y sin gracia que le quitaba presencia al fuerte calor. El asfalto no reflejaba emoción, su superficie totalmente en silencio, pero no un silencio que provoque tristeza o melancolía, un silencio absolutamente vacío.
Un día sin ganas de serlo, un martes que ni siquiera tenía la capacidad de parecer domingo.
Era el día perfecto para volar al profundo interior, para dejar de pisar la tierra, sencillamente..para morir. El calor sobre la nuca ni siquiera fatigaba, el cielo tan azul y el silencio tan eterno invitaban al cuerpo a besar la tierra de un saque.
"Qué buen día para morir"- se dijo él, tomó de su mochila su revolver, algo sucio y sin gracia, sin uso aparente, parecía haberse guardado para aquel día. Lo tomó entre sus manos temblorosas y desganadas, lo acercó a su cien...
Su cuerpo cayó poéticamente sobre el duro y vacío asfalto integrándose casi completamente con él, siendo sólo uno ahora, con el vacío del día llenándolos...

No hay comentarios: